La máquina litográfica
Hoy presento un proyecto con el que estoy especialmente contento de colaborar. Hace ya algunos meses que Javier González, de Dr. Minsky, me comentó la posibilidad de formar equipo y abordar la posibilidad de arrancar este tema, que consistía en restaurar y poner en marcha una máquina de litografía en plancha de aluminio de los años 50 del siglo XX. La verdad es que me pareció una magnifica idea y no tuve que pensarlo mucho. Oportunidades así hay pocas. Tras una pequeña inversión de tiempo y contando con la colaboración de varios profesores de la Escuela de Artes Gráficas de Bilbao, pronto empezaremos con las pruebas de impresión y calibración de presiones.
La máquina es una sacapruebas de tipo litográfico plano-cilíndrica que desarrolló Carlos Velten Arroyo entre los años 50 y 60. Este ingeniero fue muy conocido en su época por la gran cantidad de patentes que registró en un sector al alza como eran las artes gráficas en una época de autarquía económica. El aislamiento internacional que sufría España debido a cuestiones políticas obligaba a desarrollar de forma nacional toda la maquinaria que los talleres gráficos demandaban. Es la época de las máquinas tipográficas como la plano cilíndrica Sonia y la minerva de tímpano Hispania, comercializada por la Fundición Tipográfica Neufville, S. A. de Barcelona, allá por 1950 . A finales de los 70, la apertura de España a los mercados europeos provocó que una maquinaria mucho más avanzada como la la alemana, con Heidelberg como máximo exponente, fuese arrinconando este tipo de ingenios nacionales menos productivos. A los largo de los 80, la retirada de estos equipos fue generalizada en las imprentas y pocas sobrevivieron al nuevo siglo.
Este tipo de sacapruebas que estamos poniendo a punto se usaba en las imprentas de cierto tamaño para imprimir pruebas de contrato para trabajos offset. Tenemos que recordar que el proceso de impresión hace tres o cuatro décadas implicaba una serie de procesos analógicos muy costosos y paralizar un trabajo en máquina por cuestiones de color era un desastre. Debido a eso, durante la pre-impresión se realizaban este tipo de pruebas en litografía sobre algunas páginas críticas del trabajo y el cliente evaluaba el color con una aproximación bastante alta. No dejaba de ser una impresión offset, con los mismos colores, tintas y procesos aunque a menor escala que una máquina de impresión convencional. Por supuesto, realizar estas pruebas era lento, caro, implicaba a varias personas y encarecía el trabajo final, pero no quedaba otra. Con la llegada de las pruebas químicas, como el Cromalín, hoy también casi desaparecido, este tipo de trabajos pronto se desterraron de los talleres de impresión.
Cuando entras a trabajar con este tipo de máquinas, pronto te percatas de que no hay nada «estandarizado» en ellas. Cada pieza se ha elaborado en torno. Hasta la tornillería , y a pesar de que usaron roscas whitworth, hemos tenido algunos problemas para reemplazar algunas piezas debido a un paso de rosca un poco diferente al estar mecanizados en torno de manera un poco tosca. Podemos afirmar que esta máquina se ha construido totalmente a mano y que no visitaron mucho la ferretería para comprar suministros. A día de hoy, está casi operativa y ya solo queda calibrar las presiones y poner camas plásticas calibradas sobre la pletina ya que las planchas de zinc de la época eran más gruesas que las de aluminio que se usan en la actualidad.
Tras una pequeña inversión de tiempo y contando con la colaboración de varios profesores de la Escuela de Artes Gráficas de Bilbao, pronto empezaremos con las pruebas de impresión y calibración de presiones.
A partir de septiembre de este mismo año, pasaremos a realizar diferentes actividades de impresión litográficos, tanto con planchas de CtP como con planchas especiales en donde dibujaremos con los antiguos lápices litográficos. Nuestra idea en cuestión de papeles es usar sustratos de gran calidad, libres de ácido y por lo tanto de gran durabilidad. Las posibilidades que una máquina de este tipo aporta son infinitas, ya que dispone de un sistema de tacones y sujeción de papel bastante funcional, podemos imprimir en offset incluso trabajos con seis, siete u ocho tintas planas sin tramados, algo que en una máquina convencional es imposible para ediciones limitadas debido a su coste.
No me queda más que agradecer la colaboración de Tomás Burgoa, profesor de la Escuela de Artes Gráficas de Bilbao que se jubila este mismo año y del cual tuve la gran suerte de ser alumno en 1996 en el ciclo de impresión y Alfredo Gil, docente de pre-impresión en este mismo Instituto, un gran conocedor de las técnicas gráficas sobre cerámica, serigrafía y con una tesis excepcional en papel pintado clásico. Y a Javier González, cuyo taller en Bilbao la Vieja hemos ocupado parcialmente y que es un diseñador de primera y con una gran faceta de artista contemporáneo.